lunes, 25 de enero de 2016

Hablemos de las mentiras.

Hablemos de mentiras.

Esas de las que a veces nos sentimos orgullosos porque alguien se las ha creído, y las hacemos por manipular, por hacer daño. Las que sobran, las que nunca acaban de buena manera.

Esas que nos hacen sentirnos tranquilos porque necesitábamos oírlas, aunque sabemos que no son verdad. Tales como no volveré a llorar por esa persona o a partir de mañana prometo cambiar y ser mejor persona.

Esas mentiras que hacemos tales como, venga te perdono, pero sabes que nunca, nunca vas a olvidarlo, y acabas mintiéndole sí, pero hay algo peor, te mientes a ti mismo.

Esas mentiras que hacemos por ganar algo en un instante, por tener un placer pasajero, pero que a la larga trae sus consecuencias, y no te beneficia al fin y al cabo.

Esas que haces a propósito sabiendo la verdad para saber hasta donde creen que puede llegar tú ignorancia.

Esas que haces a veces para saber quién está realmente a tu lado en cada momento y quien está sólo para beneficiarse de los buenos.

Hablemos de mentiras, esas con las que convivimos a diario, las que nos destrozan y nos reconstruyen en cuestión de segundos, y a veces sin darnos si quiera cuenta.

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