sábado, 14 de noviembre de 2015

Frialdad.

Frialdad...
Esa sensación que sin quererlo se siente, que sin quererlo se incrusta entre pecho y espalda, que duele sin que pueda hacer nada.
Esa sensación que te hace más fuerte, que te prepara ante situaciones, que te hace que ni te emociones ni te caigas a trompicones.
Esa sensación con la que te levantas y te acuestas, sin que pueda cambiar nada, sin que nadie lo sepa.
Es como sentir que te encuentras en un lugar lejos de aquí, es cuando guardas un sentimiento por miedo a qué dirán de ti.
Es como un cielo que nunca veo porque el humo lo recubre, un vacío que me escucha cuando quiero hablar, algo que nunca me hace temblar, un lugar de odio y de furia, como vivir en suburbia.
Es una sensación que te hace sentir herido, pero que no hace falta llorar sólo porque no serás capaz de demostrarlo ni con un amigo.
Esa sensación que te hace alejarte de ti mismo sin que nada ni nadie ayude a sacarte, que ni tú mismo eres capaz de salvarte.
Esa sensación que te hacen tener ante gente sin precedentes por malas decisiones sin pensarlo antes detenidamente.
Esa sensación que te provoca escribir aunque no encuentras una sola palabra que realmente la pueda describir y que podáis sentir lo que una persona un día no pudo elegir.
Esa sensación que nadie nota, esa sensación que te hace sentirte rota y que hasta tú misma te cortas, y te destrozas, pero que nadie puede soltar por la boca porque es imposible, no lo notan.
Cortes interiores, para los que nadie, ni si quiera tu subconsciente encuentra soluciones.
Qué más da, te dices por dentro, sí total, si nadie me dice nada es porque será lo normal, y así empiezas, cada vez más, te vas encerrando en un mundo del que nunca te podrás salvar.

Frialdad, esa sensación que te hace dar una imagen superficial.